domingo, 27 de diciembre de 2009

Fracaso y decepción en la defensa del clima

Los líderes mundiales defraudan al mundo con un acuerdo insuficiente promovido por EEUU y China. Las ONG denuncian que el compromiso alcanzado no es justo, ambicioso ni vinculante.


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La Cumbre sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague concluyó sin cumplir las expectativas creadas. A última hora, cinco países (Estados Unidos, China, Brasil, India y Sudáfrica) promovieron un acuerdo que no ha resultado ni ambicioso ni vinculante. No establece cifras concretas de reducción de emisiones ni la obligatoriedad del compromiso. El documento sólo reconoce que el cambio climático es “uno de los grandes retos de nuestro tiempo”, que el aumento de la temperatura hasta 2020 no debería superar los dos grados y que las emisiones contaminantes deberán alcanzar su máximo “lo antes posible”.

Obama afirmó que el acuerdo "no será legalmente vinculante, pero cada país enseñará al mundo lo que está haciendo". Antes del próximo 1 de febrero, todos los países deberán presentar sus cifras de reducción de emisiones. Menos mal que, al menos, el texto establece un compromiso de financiación para los países en desarrollo, aunque no se indica claramente si dichos recursos serán adicionales de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Hasta 2012, los países desarrollados donarán a los subdesarrollados 10.000 millones de dólares anuales para ayudarles a enfrentar el cambio climático. Sin embargo, Martin Kaiser, de Greenpeace Internacional, considera que "la calderilla prometida como fondos iniciales no es suficiente para hacer frente a la lucha contra el cambio climático". Las ONG rechazaron de plano el acuerdo impulsado por EEUU. "La ciudad de Copenhague es hoy el lugar del crimen climático, con los culpables huyendo avergonzados al aeropuerto", manifestó Greenpeace.

La cumbre quedó monopolizada desde el primer momento por los dos principales países contaminantes, China y Estados Unidos. La Unión Europea había intentado llevar la delantera en las negociaciones y ofreció al inicio de la cumbre un compromiso de reducción de emisiones de un 20%, incluso de un 30% si el resto de países decidían llegar más lejos. Brasil, por su parte, llegó a ofrecer hasta casi un 40% de recorte. Sin embargo, el acuerdo fue enquistándose con el paso de los días debido a la negativa china de permitir la auditoría de sus emisiones. Estados Unidos respondió afirmando que, si China no permitía la entrada de observadores internacionales en su territorio, no firmaría ningún acuerdo que resultara obligatorio. El enviado de Obama, Todd Stern, llegó a decir, incluso, que su país no tenía pensado compensar a los países pobres, y que China no recibirá dinero público de EEUU para adaptarse al cambio climático.

Obama se presentó en Copenhague con una oferta de reducción de emisiones que no superaba el 4% de cara a 2020 respecto a 1990, proyecto que aún no ha sido ni siquiera aprobado por el Senado norteamericano. Por ello, Estados Unidos trató desde el primer momento trasladar la presión a China. El presidente venezolano, Hugo Chávez, calculó que el presupuesto militar de EEUU alcanza los 700.000 millones de dólares, y pidió a Obama que solamente con dedicar la mitad a salvar el clima “bastaría”. El tiempo se agotaba y nadie quería quedar como el que impidió un compromiso para salvar el clima, por lo que las exigencias del acuerdo se fueron rebajando al mínimo. Quien más de su parte puso para alcanzar un acuerdo fue el presidente brasileño Lula de Silva, a pesar de que su país está en pleno proceso de desarrollo. "Si es necesario que hagamos más sacrificio, Brasil está dispuesto a poner dinero para ayudar a otros países, lo haremos. Lo que no estamos de acuerdo es que las principales figuras del planeta firmen cualquier papel sólo para decir que han firmado un acuerdo", afirmó Lula.

Cuando parecía que la cumbre concluiría sin un compromiso, el presidente norteamericano pactó con el primer ministro chino, Wen Jiabao, que los países en desarrollo realizarían su propia "medición, declaración y verificación de sus emisiones", aunque aceptaban un sistema de “consultas y análisis internacionales”. Mientras, los países desarrollados "se comprometen a presentar objetivos de reducción de emisiones antes del 1 de febrero de 2010". "Estas reducciones y la financiación a los países en desarrollo serán declaradas, medidas y verificadas" por la ONU, establece el pacto. Al acuerdo se sumaron India, Brasil y Sudáfrica. La Unión Europea no tuvo otra opción que aceptar este insuficiente compromiso ante la amenaza de marcharse de la capital danesa sin acuerdo. Entonces, el documento fue redactado por un grupo compuesto por representantes de 28 países, entre los que se encontraba España. Los países africanos apoyaron el texto sólo porque, al menos, incluye el compromiso de financiación para los países en desarrollo. Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Sudán se opusieron porque consideraron ilegítimo un acuerdo alcanzado por una minoría de países y sin el amparo de la ONU. "Las negociaciones han sido decepcionantes, han dejado de lado a la mayor parte de los países", afirmó Pablo Cotarelo, de Ecologistas en Acción.

A todas luces, el texto resulta insuficiente. "El acuerdo no sirve para el objetivo de los dos grados", admitió el presidente de turno de la UE, Fredrik Reinfelt. "Sabemos que el avance no es suficiente y que queda mucho camino por hacer", añadió Obama. "El documento no es todo lo ambicioso que la UE hubiera deseado, pero la única alternativa que teníamos era el absoluto fracaso", dijo la ministra española de Medio Ambiente, Elena Espinosa. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, manifestó que intentará convertir el acuerdo alcanzado "en un tratado legalmente vinculante en 2010". Lo cierto es que se ha tirado por tierra el trabajo de más de 20 años. Las emisiones seguirán creciendo descontroladamente. Algunos aprovecharán para contaminar ahora todo lo posible, no vaya a ser que más adelante se alcance un acuerdo mínimamente exigente. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, mostró su "decepción por la ausencia de un objetivo de reducción de las emisiones de gases efecto invernadero en un 50% para 2050, necesaria para limitar el aumento de la temperatura del planeta en dos grados".

Las ONG, por supuesto, no quedaron tampoco satisfechas con el compromiso alcanzado. Antes de la cumbre, las organizaciones demandaban un acuerdo justo, ambicioso y vinculante, todo lo contrario al que se ha alcanzado. "El acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia. Reconoce la necesidad de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados, pero no compromete la manera de hacerlo", criticó el director ejecutivo de Oxfam Internacional, Jeremy Hobbs. Mar Asunción, responsable de Cambio Climático de WWF Adena, afirmó que “los líderes mundiales nos han defraudado”.

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